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lunes, 20 de junio de 2011

¡AIRE!

¡Mimaia teatro se renueva!

¡Abrimos la ventana para que entren nuevos aires!

Tenemos un nuevo sitio web www.mimaia.blogspot.com , más ordenado y más claro, para que no os perdais si quereis acceder a la información básica de la compañía.

Mantenemos nuestro espíritu imperfecto con este blog, en el que seguiremos colgando cosas, aunque con menos frecuencia, como habeis podido comprobar en los último meses.

Hemos estado muy ocupadas en nuestro cambio de look y en nuestra mudanza inminente al otro lado de los Pirineos.

Estaremos un tiempo con un pie a cada lado, trabajando en nuestra nueva creación y repartiendo Arbequinas por el mundo.

La agenda continuará actualizándose en ambos blogs, para que no nos perdamos la pista y podamos seguir encontrándonos en directo, que es lo que más nos gusta.

Aprovechemos el solsticio de verano para empezar nuevos proyectos y quemar en la hoguera de San Juan las cosas viejas ( pero no todas, que nos gustan los cacharros oxidados...)

¡Nos seguimos encontrando por los caminos!

Mimaia Teatro

domingo, 30 de enero de 2011

COMENTARIO DE TONI RUMBAU SOBRE ARBEQUINA EN EL TALLER DE PEPE OTAL

Dora Cantero es una joven y talentosa titiritera de Murcia que ha decidido instalarse en Barcelona para profundizar en sus indagaciones marionetísticas. La vi en la obra “Guyi, Guyi…”, de Periferia Teatro, un espectáculo logradísimo que no cesa de recoger éxitos, y leí el blog de sus viajes por Japón, dónde acudió para estudiar las tradiciones titiriteras del País del Sol Naciente, que son muchas como todo el mundo sabe.

Presentó en la Casa-Taller de Pepe Otal –cada día más activo y con un público fiel que suele llenar todas sus sesiones, como ocurrió el otro día– su último espectáculo, Arbequina, de creación propia en todos sus componentes, pues está basado en una búsqueda personal de la autora sobre sus antepasados. Importante destacar la presencia de Mina Ledergerber en calidad de música acompañante muy presente en la escena, con su acordeón, clarinete y otros artilugios sonoros. El resultado es una obra entrañable, intimista y poética representada básicamente con objetos y con la misma Dora Cantero como personaje que cuenta la historia de su familia.

El tono, íntimo y personal, sirve de anzuelo para conquistar al público ya desde el inicio, con una entrada muy lograda de aparente espontaneidad, que establece las reglas de juego y una de las temáticas principales de la obra: los miedos y el cómo vencerlos. ¿Cómo?, contándolos. Y eso es lo que hace la actriz de Arbequina, contar sus miedos. Para entenderlos, debe remontarse a sus muertos, un viaje en el tiempo subiendo, o tal vez bajando, por las ramas genealógicas de la familia. La invocación a los ausentes es poética y se consigue a través de los objetos. Recuerdos y objetos que Dora saca de los baúles y los desvanes de su pasado familiar y que “hablan” al tomar vida en las manos de la titiritera. Se convierten en personajes al dejarse poseer por el espíritu de los ancestros invocados. Espeluzna el rostro de la tatarabuela, que parece un cosido de ectoplasma con botones y filamentos rojos, sacado de algún baúl de arcaica brujería. La gravedad de los espíritus y de sus presencias inquietantes se equilibra con la propia interpretación de la actriz, agarrada a la familiaridad con la que se dirige al público, una naturalidad con trampa, pues en realidad es el artificio para dramatizar desde una perspectiva de corte sentimental. Y es en este doble dramatismo, el surgido de la invocación a los muertos, y el creado por el doble diálogo de la actriz con sus muñecos y con el público, dónde a mi parecer reside el secreto del espectáculo y la razón de que acabe embelesando a los espectadores.

El acompañamiento sonoro de Mina, por otra parte, da profundidad y un feliz contrapunto al espectáculo, gracias al tono fesco, desacomplejado, íntimo y a la vez distante, de la genial música suiza, que rompe y contrapesa el lado más sentimental del mundo de los recuerdos. Su voz desgarrada parece surgir de un cabaret alemán de los años veinte y su estilo desenfadado funciona a modo de vacuna y de magnífico apoyo teatral.

Una obra, en definitiva, compleja y profunda que consigue aparentar sencillez e intimidad familiar, y que cala hondo en la imaginación del público. Viendo el espectáculo, pensé en las últimas obras de Mariona Masgrau, que solía recurrir a estos registros ambiguos y personales, de mucho riesgo y valentía. Algo que la de Murcia posee con creces y que augura futuros brillantes.


www.rutasdepolichinela.blogspot.com